Me filtré entre unas rocas y salí a la superficie. Esta vez me tocó un viaje tranquilo en un pequeño riachuelo. Mientras fluía, me pregunté nuevamente si las moléculas de agua seríamos inmortales. Pronto llegué al salado mar. Me gustaba visitar playas y acompañar a los delfines. Ahora iba notando el calorcito y, sin darme cuenta, pasé a estado gaseoso. Eso sí que era divertido. Ascendí hasta alcanzar una nube blanca y mullida. Me acomodé allí a la espera de volver a licuarme y comenzar otra aventura, ¿dónde caería esta vez? Vi un bosque allí abajo y salté. Llovía mucho.
Finalista Concurso Microrrelatos Fundación Aquae 2016
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