Rodeado de cabras escribía
un poeta a su pasión entregado
cual lejano rayo atormentado
que no cesa en tornar la noche en día.
Pero pronto le llegó su agonía
en un oscuro calabozo helado
de la cárcel en la que fue encerrado
solo con la muerte por compañía.
De leones era su España ansiada
y no de mansos bueyes obedientes
uncidos y con la frente doblada
de altivos aceituneros valientes
que muriesen con la cabeza alzada
enfrentándose a los terratenientes.
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