De cada diez cabezas en España
hay nueve que embisten y una que piensa
calculó el maestro tras una bronca intensa
y esa proporción a nadie le extraña.
Sobre la razón impera la saña
que por desgracia es la única defensa
para ignorantes de incultura extensa
que atrapan a otros en su telaraña.
El poeta inició un largo camino
huyendo de tanta cabeza vana
pero él ya había escrito su destino
y oyendo el repicar de una campana
comprendió que el exilio era su sino
y empezó a soñar con volver mañana.
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