Ordenó sin pestañear que se ejecutara su auto inmediatamente.
Sin embargo el secretario, dada la trascendencia del caso, hizo antes algunas gestiones.
Al cabo de una hora la mismísima Ministra de Justicia se personó en el despacho
del juez.
-Supongo que estará usted seguro de lo que está haciendo, ¿no?,
le dijo.
-Por supuesto, ¿tiene alguna duda al respecto?, le contestó
desafiante el magistrado.
-Ninguna, solo quería asegurarme de que no se trataba de un
malentendido.
-Ya ve que no, respondió secamente el juez.
Esa noche, dos policías de paisano detuvieron discretamente
al Rey Emérito cuando salía de un distinguido restaurante madrileño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario