A pesar de su
decrepitud, se aferraba con las pocas fuerzas que le quedaban a lo que había
sido una intensa vida que, sin embargo, le había resultado demasiado corta. Pero
ahora sabía que en cualquier instante caería rendida y sintiendo el aliento
helado de la muerte, terminaría como es ley de vida, uniéndose a la húmeda
tierra. Allí le esperaban ya muchas amigas que se dejaron vencer antes y que
ahora le harían compañía mientras todas, antes o después, acabarían convirtiéndose
en polvo.
Y supo que el fatídico momento
había llegado cuando experimentó el vértigo de la caída hacia el más allá.
Fueron apenas unos segundos atravesando lo desconocido pero tuvo tiempo de rememorar
su lozanía primaveral y la fuerza con la que desafiaba los temporales. Finalmente,
el silencio más absoluto.
Sólo un solitario gorrión
fue testigo desde su atalaya de lo que había ocurrido. Siguió con su mirada
cómo, tras un imperceptible soplo de viento, aquella última seca y arrugada hoja
dejaba completamente desnudo al enorme árbol y, balanceándose sin prisa, se
unía al resto posándose suavemente en el suelo mojado. El maravilloso ciclo de
la vida se iniciaba una vez más.
Me gustó. Muy interesante y con final inesperado, como se supone que así ha de ser
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